Alguien que viene de de tan lejos y no se le espera llegar...



Mujer de labios memorables, sabes que he persistido en la aproximación de la dicha y la intimidad de la pena, eres ya sombra de mi vida, atraviesas mis noches segura y callada; y así mismo te vas. Y yo, que estuve en las orillas de tu querer, aún con mi callada costumbre de estar solo, he visto tardes infinitas donde se cumple mi insaciada inmortalidad, he peleado y vencido en numerosas batallas por esos labios que me han besado y esas manos que me han acariciado.

He atestiguado y confesado por la rareza de mi mundo, he descrito lo eterno con besos sobre esas mejillas en las que apetece el amor, he dicho asombro donde los demás dicen costumbre, he trabado mis palabras, y mis dedos han dicho lo que no mis labios; aun y con todo, el agua en mi boca sigue siendo dulce, siento pavor de la belleza, de tu belleza, pero ¿quien se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi soledad me perdona?

No he recobrado tu cercanía, pero tengo presas tus estrellas. Seguro de mi vida y de mi muerte, miro a los ambiciosos y quisiera entenderlos. Su día es ávido, su noche es tregua, hablan de humanidad y mi humanidad me dice que somos ecos de una misma penuria.

Y confeso y con recuerdos ambiciono aun tus besos en esta orilla donde canto lúgubre de soledad.

El tiempo está viviéndome, más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia. Ellos, imprescindibles, únicos merecedores del mañana corearán mi nombre, como el de alguien cualquiera, y seré como alguien que vuelve perdido y desolado de un país en guerra, alguien que viene de de tan lejos y no se le espera llegar.